Los libros de Rosa Villada

Tiempo de beguinas

Las beguinas fueron mujeres que vivieron en la Edad Media, a finales del siglo XIII y principios del XIV, que desarrollaron una profunda vida espiritual. En aquellos tiempos, en los que espiritualidad y religión se consideraban lo mismo, ellas fueron pioneras y adelantadas a su época, al distinguir la vertiente espiritual que tenemos todos los seres humanos, del conjunto de dogmas, creencias y estructuras de poder que suponen las religiones. En aquellos momentos, era la religión católica la que estaba vigente y la Iglesia vivía inmersa en grandes luchas de poder entre Papas y Reyes, que muchas veces se aliaban para conservar sus privilegios.

Antiguo beguinato de Brujas (Bélgica).

Aunque no existen muchos datos sobre lugares donde vivieran las beguinas, sí se sabe que éstas desarrollaron su movimiento en los Países Bajos. Aún hoy se conservan en Alemania, Bélgica (Brujas, Gante...) y Holanda, las casas donde vivieron las beguinas, cuyos recintos se llamaban Beguinatos. Ellas han sido las grandes olvidadas de la historia. Aunque, más que olvidadas, yo diría que han sido silenciadas y ocultadas, y es ahora, en los últimos años, cuando distintas publicaciones empiezan a hablar de estas mujeres que antepusieron su libertad de espíritu a cualquier otro imperativo social y religioso. Incluso con el coste de sus vidas. Como en el caso de Margarita Porete, que escribió un alto tratado de mística: “El espejo de las almas simples”, y que fue quemada en París, en 1310, víctima de la Inquisición, que la consideró una hereje.

No deja de ser llamativo que el Concilio de Vienne (Francia), que decretó la disolución de la Orden del Temple, acordase también declarar herejes a las beguinas. Sin embargo, nada ha trascendido, a través de los años y de la historia, de estas mujeres y de su movimiento, mientras que los templarios, que eran hombres, son de sobra conocidos y reivindicados. Tras la decisión de este Concilio, muchas beguinas se refugiaron en los conventos de la Iglesia Católica, para salvar la vida, y esta circunstancia puede crear la confusión de que las beguinas eran monjas. Pero nunca lo fueron, nunca se sometieron a la jerarquía de la Iglesia. Nunca acataron los votos de pobreza, castidad y obediencia. Las beguinas sólo rendían cuenta a su conciencia, y propugnaban la relación directa con Dios, sin intermediarios, movidas siempre por el Espíritu Libre. ¿Cómo no iban a ser perseguidas, olvidadas y silenciadas?

Pero veamos, ¿quiénes eran las beguinas?

Una de las características fundamentales de estas mujeres era su formación cultural. Las beguinas, leían, escribían, y enseñaban a otras mujeres a leer y a escribir, en una época en la que sólo los hombres tenían acceso a los libros y al conocimiento. Vivían con gran austeridad, solas o acompañadas de otras mujeres. Los beguinatos, que todavía existen, nos muestras casas individuales. Juntas, pero no revueltas. Cada una conservando su propia individualidad y libertad. Hacían servicios a la comunidad como parteras, ayudando en los alumbramientos, y también realizaban el acompañamiento en la muerte, de enfermos terminales. Tenían conocimiento de las plantas y de sus cualidades curativas, así como de los minerales. Pero, sobre todo, lo que más caracterizaba a las beguinas eran sus experiencias místicas que, con frecuencia, pusieron por escrito y difundieron. Algo que le costó la vida a la beguina antes mencionada, Margarita Porete.

Hildegarda Von Bingen.
De Hildegarda a Teresa de Jesús
Para mí, hay una precursora de las beguinas, Hildegarda Von Bingen (1098-1179), una extraordinaria mujer, poeta y teóloga, que fue monja benedictina. Durante toda su vida tuvo visiones, algunas de las cuales nos hablan de los tiempos convulsos que vivimos en la actualidad. Nos dejó numerosos escritos, miniaturas, composiciones musicales, además de una nutrida correspondencia con distintas autoridades de su época. Sin embargo, ella tuvo que pedir permiso a la jerarquía de la Iglesia para poner por escrito sus visiones. Se lo concedieron, y Hildegarda dictaba a su confesor las visiones que tenía, y éste las escribía en latín. Las beguinas, que vivieron un siglo después, no pidieron permiso a nadie para escribir, y se negaron a hacerlo en latín, por considerar que era una lengua culta, que sólo entendían los eruditos y los clérigos. Ellas reivindicaron la escritura en su lengua materna, la que hablaba y comprendía el pueblo, y en ella escribieron sus experiencias místicas.

Grabado que muestra a Beatriz de Nazaret, herida por la flecha del amor divino.

Si Hildegarda Von Bingen fue una precursora para las beguinas, otra monja recogió el testigo de estas mujeres, aunque seguramente ella no las había oído nombrar nunca. Se trata de Teresa de Jesús. Siempre sospeché -y así lo dije en la presentación de mi novela que habla sobre las beguinas, “El juego de Dios”- que nuestra mística por excelencia, Teresa de Jesús, fue “una beguina encubierta”. Tiempo después de esta afirmación, que yo basaba en mi intuición, pero que no tenía forma de demostrar, encontré en un libro un grabado en el que una beguina, Beatriz de Nazaret (1200-1268) aparecía herida por la flecha que un ángel le clavaba en el corazón. ¿Les suena? ¿No se parece mucho esta escena a la transverberación de Teresa de Jesús, que vivió 250 años después de la beguina Beatriz? Y es la que experiencia directa de las mujeres con la Divinidad, la que tuvieron las beguinas, y la que tuvo Teresa de Jesús, no se limita a conceptos tan terrenales como el espacio y el tiempo, sino que va mucho más allá.

Las semillas de espiritualidad y libertad que las beguinas sembraron en la Edad Media, se han desarrollado durante todos estos años en la tierra interior, y es ahora cuando están floreciendo y fructificando en los corazones de tantas y tantas mujeres que, como ellas, están teniendo la experiencia directa del Ser con su propia Divinidad. Por eso digo que es tiempo de beguinas. De poner en práctica los ideales de Libertad, Amor y Servicio, que entonces no nos dejaron. Aquel sólo era el momento de sembrar. Ahora se está recogiendo la cosecha de aquella siembra. Lo que está provocando que tantas mujeres se unan, movilizadas por la misma causa. Es posible que nunca antes hayan oído hablar de las beguinas, No importa, son hijas del mismo Espíritu Libre que ha soplado a través de todos los tiempos.

(Este artículo de Rosa Villada ha sido publicado en “Stellae”, 
boletín informativo de la Asociación de Amigos del Camino de Santiago de Ávila).